viernes, 2 de marzo de 2007

Relato

Con este relato recibí el primer premio en el concurso
"Colunga Mágica"
SUCEDIÓ EN LIBARDÓN


Empezaba a clarear el día y habíamos decidido ir a la pomarada a recoger manzanas.
Desayunamos tranquilamente como lo hacíamos todos los días, pan tostado con mantequilla y mermelada y un tazón de café con leche.
El día estaba claro pero a lo lejos se veían algunas nubes que podían amenazar lluvia cuando menos lo esperáramos. Para tomar precauciones cogimos el paraguas y nos pusimos el chubasquero y las botas de goma. Íbamos bien equipados pues ya se sabe que en Asturias puede salir un sol radiante por la mañana y al medio día cambiar el tiempo y ponerse a llover. También habíamos preparado una tortilla de patatas y unos filetes empanados, ya que la idea que teníamos era ( si hacía buen tiempo) aprovechar y recoger la mayor cantidad posible de manzanas para empezar a mayar.
La cosecha de manzana este año ha sido bastante buena y al llegar el otoño hay que hacer acopio de ella ya que cada dos años o sea en los años impares hay mucha más cantidad de manzanas que en los pares.
Cargamos en el coche gran cantidad de sacos vacíos y unos cubos para ir echando en ellos las manzanas que recogeríamos y luego llevarlas a los sacos para ir llenándolos, pusimos también la comida que habíamos preparado. Para poder trasladar los sacos llenos de manzanas, enganchamos el carro transportín.
En ningún momento pensábamos que este día íbamos a llevar una de las mayores sorpresas de nuestra vida.
Cuando llegamos a la pomarada nos pusimos unos guantes para protegernos las manos de algún picotazo de insectos o de hacernos alguna herida con los pinchos de zarzas que suelen estar entre la hierba.
La noche anterior había caído algo de escarcha y el prado se encontraba bastante húmedo. Cogimos los cubos y nos pusimos manos a la obra. Empezamos por recoger las manzanas que habían caído al suelo, cuando teníamos un cubo lleno lo llevábamos hasta los sacos y así fue transcurriendo la mañana tranquilamente.
Al volver al prado sentí como un gemido, miré al suelo y no vi nada solamente la hierba mojada por la escarcha, me agaché para volver a empezar con el llenado de los cubos y volví a sentir el mismo gemido. Yo no sabía a que era debido, incluso pensé que eran las botas de agua en su roce con la hierba las que habrían producido ese sonido; pero no las botas no tenían nada que ver.
Me agaché todo lo que pude y empecé a separar la hierba con mucho cuidado pues no sabía que me podía encontrar. Por más que miraba no veía nada pero el gemido lastimero seguía oyéndose.
Hice oídos sordos a lo que escuchaba y volví a agacharme para seguir con la tarea. Cuando fui a coger una manzana vi como una gota de sangre en ella. Me miré las manos por si me había pinchado con algo aún teniendo los guantes puestos, pero no. Yo no tenía nada en las manos. Miré en el mismo sitio donde había recogido la manzana y quedé estupefacta. Tumbada en la hierba había una criatura pequeñísima, pero muy hermosa, con una belleza difícil de explicar. Yo no sabia que hacer si tocarla o no pues parecía muy frágil. Me armé de valor porque sabía que no me iba a creer pero fui a buscar a mi esposo Víctor.
Debía de llevar la cara descompuesta pues él se llevó un gran susto cuando me vió haciendo gestos extraños señalando el suelo.
-¿Qué es lo que pasa? Me preguntó alarmado.
Yo no podía apenas articular palabra, pues de la impresión solamente movía los labios sin que de mi boca saliera sonido alguno.
Cogí la mano de Víctor y le conduje hasta el sitio donde había escuchado los gemidos.
Nos mirábamos el uno al otro sin saber que hacer. Allí en la hierba humedecida por el rocío aquella criatura minúscula nos miraba aterrada, de una de sus manitas salían unas pequeñísimas gotas de sangre. No sabíamos como dirigirnos a ella, pues desconocíamos si nos podía entender sin hablarle, sólo con la mirada. Ella estaba tan asustada como nosotros. No. Tan asustada como nosotros no, muchísimo más, ya que éramos gigantes a su lado.




Poco a poco fui arrodillándome para no asustarla más de lo que estaba no fuera a pensar que quería hacerla daño. Todo lo contrario. Nuestra intención era ayudarla, pero temíamos cogerla. Decidimos hablarle con el leguaje del mimo. Es decir con gestos, pero ella no respondía, solamente gemía y unas lagriminas empezaron a rodar por sus mejillas. Sentimos pena de ser incapaces de poder ayudarla con nuestros gestos.
Yo decidí hablarle y le pregunté quien era, que le pasaba y por qué estaba allí.
Si sorpresa fue encontrarla, mayor fue cuando entre sollozos la oímos hablar y en nuestro propio idioma.
_ ¡No me hagais daño, por favor!
Perpleja, le contesté.
_ No temas, no queremos hacerte daño alguno, todo lo contrario. Hemos quedado muy sorprendidos al verte, pero también vemos que necesitas ayuda y eso es lo primordial.
Ella se quedó con la boca abierta sin saber que decir y se acurrucó, cubriéndose las piernas con su falda de gasa.
Su palidez era extrema y por un momento pensamos que iba a desmayarse.
Yo intenté cogerla del suelo, pero me daba miedo, por su fragilidad me daba la sensación de que si la tocaba se rompería.
La mirada de sus bellos ojos me fascinó, al mismo tiempo que expresaban temor a lo desconocido, también hablaban en su forma de mirar. Intenté mirarla dulcemente para que se sintiera tranquila y que su temor se disipara.
Así fue, su rostro se fue serenando y pasados unos momentos me sonrió.
Sentí una alegría inmensa.
¡Yo podía ayudar a un ser tan diminuto que sólo se veían en los cuentos!
¡Era increíble, y a la vez tan maravilloso!
Con sumo cuidado recogí su minúsculo cuerpo y lo primero que hice fue acariciarle la mano que tenía sana. Ella me miró con dulzura y se dejó hacer.
Miré la herida que tenía en su mano derecha. Era un simple arañazo pero que en proporción a su pequeño cuerpo significaba una gran herida.
Víctor y yo la llevamos hasta el coche y sacamos el estuche que siempre llevamos de primeros auxilios. Víctor sacó una gasa estéril y se acercó al arroyo que pasa bordeando la pomarada y la sumergió en el agua fresca y limpia. Con ella lavamos la herida de su mano, después le pusimos un poco de líquido antiséptico y le dijimos que dejara que le diera el aire para que le cicatrizara cuanto antes. El temblor que tenía cuando la recogimos del suelo se le fue pasando poco a poco y la sonrisa que después vimos en su cara, a nosotros también nos tranquilizó.
Cogimos un vaso y le pusimos un poco de agua de la fuente que mana junto al arroyo y se la dimos a beber. Ella bebió muy despacio y poco a poco el color volvió a sus mejillas.
Cuando ya la vimos que se iba recuperando la volvimos a dejar sentada en la hierba, nosotros nos sentamos a su lado sin dejar de contemplarla.
Por fin habló de forma serena y clara.
_ ¡Gracias, gracias de todo corazón!
_Siempre hemos temido a los mayores. Así es como os conocemos. Decimos los mayores no por que sois de más o menos edad sino por el tamaño que tenéis, con respecto a mis hermanas y hermanos. Se dicen muchas cosas de nosotras estamos dentro queramos o no de vuestra mitología. A veces, si ha ocurrido con algunas de nuestras hermanas que cuando ven a algún mayor guapo que se acerca a las fuentes a beber, no tienen ningún reparo en encandilarles con canciones dulces y melodiosas. Pero sentimos vergüenza por lo que ellas hacen y así han surgido las leyendas que tanto daño nos han hecho a través de los siglos.
Ya veis. ¿Qué daño podemos causar? Cuando lo único que pensamos es en cuidar de que vuestros prados estén bonitos plantando aquí y allá pequeñas semillas que luego en primavera se convertirán en diminutas flores, unas amarillas otras blancas o azules.
Sí, amigos. ¡Pero…, no me habéis dicho cómo os llamáis vosotros
Reímos de satisfacción al verla recuperada y tan sonriente y parlanchina.
_Mi esposo se llama Víctor y yo María. ¿Y tú, cómo te llamas?
_Mi nombre es Pet, es diminutivo de pétalo. Así son nuestros nombres, todos relacionados con la naturaleza a la que tanto amamos.
¿Cómo te hiciste esa herida en la mano? Le pregunté.
Venía del arroyo de bañarme con mis hermanas como todos los días y me senté a tomar los primeros rayos del sol junto al árbol cuando sentí un fuerte golpe en la mano, me había caído una manzana encima y con el rabito que tienen al desprenderse de las ramas, me rasgó la mano. Gracias que os encontrabais cerca de mí, de otra forma ignoro lo que me hubiera ocurrido. Mis hermanas corrieron muy asustadas cuando os vieron venir, pero yo no podía moverme, el dolor que había sentido y el terror de que me fuerais a encontrar sin saber que podíais hacerme me dejó totalmente inmóvil.
_ Bien, tengo que marchar pues estarán muy asustadas sin saber como estoy. Nuevamente os doy las gracias por haberme ayudado.
_ ¡Adios!
Y se marcho en dirección al arroyo.
Nos quedamos unos momentos callados. Saboreando el delicioso momento que habíamos vivido al conocer a una xana de verdad. No lo olvidaríamos nunca, pues ya no somos niños para creer en los cuentos ni en la mitología, pero aquello había sido real. Tan real como que ahora estamos mayando las manzanas que recogimos en la pomarada y que pasados unos meses beberemos esa sidra que a partir de ahora nos sabrá más sabrosa. Más sabrosa todavía que la que hemos bebido a lo largo de nuestra vida.
Debo decir para no ser desagradecida, que al día siguiente encontré en la puerta de casa un minúsculo cesto con dos pequeñas manzanas y un ramillete de flores silvestres con una nota que decía escuetamente: GRACIAS.

Firmado: Pet

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy bonita la historia. Donde viven Pet y sus hermanas? Me gustaria hacerles una vivita y llevarles de regalo semillas de flores para su prado ;-)

jose luis toyos capellan dijo...

Me encantó tu relato de LIBARDON, este pueblo está lleno de sorpresas, recoges una manzana y te encuentras un diminuto ser en peligro. Que interesante sería que nos contases con esa forma de escribir que te engancha, el momento en el que recoges la manzana en la que aparece Vicente.
Pepe

carmen gomez dijo...

Has tenido una magica forma de juntar realidad y fantasia a la vez lleno de poesia,delicadeza y las costumbres asturianas ,junto a sus tradiciones ,me encanta.Alma de poetay sensibilidad de mujer.Muy delicada.Felicidades